“Dios Enriqueció a Salomón”

("God Made Solomon Rich")

Esta es la justificación que muchos predicadores de la prosperidad usan para disfrazar su codicia. No recuerdan que Dios le dio riquezas a Salomón por una razón. Cuando Dios le prometió a Salomón que le recompensaría en grande, Salomón le pidió sabiduría para liderar a su gente. Dios estaba tan complacido de saber que Salomón no pidió riquezas (entre otras cosas), que junto con la sabiduría le dio también las riquezas. Sin embargo, Salomón no usó su sabiduría como Dios lo deseaba, por lo tanto, se convirtió en el hombre más simple que haya vivido. Al ser sabio, debió haber hecho caso de lo que Dios dijo a Israel en la ley antes de que él naciera:

“Ciertamente pondrás como rey sobre ti al que Jehová, tu Dios, escoja. A uno de tus hermanos pondrás sobre ti como rey; no podrás poner sobre ti a un hombre extranjero que no sea tu hermano. Pero él no deberá tener muchos caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de adquirir caballos, pues Jehová os ha dicho: No volváis nunca por este camino. Tampoco deberá tener muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni amontonará para sí demasiada plata ni oro” (Deuteronomio 17:15-17).

Esta es otra escritura que los predicadores de la prosperidad siempre ignoran, siguiendo el ejemplo de Salomón quien también la ignoró hasta su muerte. Y como él, estos predicadores también se convierten en idólatras. Recuerda que el corazón de Salomón se inclinó a adorar muchos ídolos por sus muchas esposas, esposas que pudo sostener debido al mal uso de su gran fortuna.

Dios tenía la intención de que Salomón usara su sabiduría para amar a su prójimo como a sí mismo, pero Salomón la usó para amarse sólo a sí mismo. Él multiplicó el oro, la plata, los caballos y las esposas para él, en franca desobediencia contra el mandamiento de Dios. Por último se casó con setecientas esposas y poseía trescientas concubinas, impidiendo así que mil hombres recibieran sus esposas. En vez de dar al pobre, Salomón se enriqueció a sí mismo. Es increíble que los predicadores de la prosperidad se aferren a Salomón como modelo para los cristianos del Nuevo Testamento, cuando existe tanta evidencia de su egoísmo y su idolatría. ¿No es nuestra meta ser como Cristo?